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Pilar AmakuAutora del blog El Amaku
 
Desde el momento en que nacemos, tenemos una mano adulta ayudándonos a sobrevivir. Cuando eres niño te sientes protegido por las personas mayores que te rodean y conforme vas creciendo, poco a poco te vas soltando de esa mano que te ayuda a caminar por la vida, evolucionas y vas creando una vida rica en experiencias, ya sean afectivas o laborales. Los años siguen pasando y después de toda una vida de aprendizaje sientes que ya eres mayor, que has llegado a un punto donde tus energías ya no son las mismas, tal vez tengas la sensación de que aquellos a los que un día ayudaste a crecer, ahora te dejan un poco de lado porque creen que ya no puedes aportarles nada, pero no es así, ahora eres una persona sabia y ha llegado tu momento, el momento de ayudar a los más jóvenes y tú te preguntarás ¿como? ¿De que manera?
 
Ahora que soy mayor, la sociedad me necesita
 
Si ya estás jubilado y un día tuviste una empresa, tienes conocimientos de administración de empresas o simplemente conoces bien un tipo de negocio, podrías acercarte a un centro de empleo y ofrecer tu experiencia a aquellas personas con iniciativa interesadas en recibir asesoramiento para emprender su nuevo negocio pero que no saben muy bien como empezar. Podrías dar charlas para orientarles en cuanto al enfoque del negocio, la forma de proceder según su experiencia, y muchas más ideas que seguro conoces muy bien.
En España, existe la asociación SECOT (Seniors Españoles para la Cooperación Técnica), que es una asociación sin ánimo de lucro donde personas jubiladas y otros voluntarios ofrecen asesoramiento empresarial. Si te interesa puedes entrar en su web: www.secot.org o acercarte a una de las delegaciones que tienen repartidas por toda España, seguro que valoran tu experiencia y puedes ayudar a alguna pequeña empresa a salir adelante.
 
Vivimos en un mundo lleno de tecnología, donde la gente que trabaja no tiene a penas tiempo libre para dedicarlo a sus seres queridos, y los que no trabajan se sienten ociosos y probablemente en un túnel sin salida para otros. Es ahora cuando la comunidad de los mayores pueden ofrecer ayuda a todo aquel que le necesita. Por ejemplo, imaginemos a una mamá trabajadora con sus niños pequeños, que no tiene el tiempo que le gustaría para dedicarlo a la atención de sus hijos, si a esta mamá la tienes de vecina, habla con ella y ofrécete a pasar un ratito a la semana con los niños. Podrías contarles a esos niños los cuentos que te contaban a ti de pequeño/a, aquellas historias que se van perdiendo con el paso de los años porque ya nadie las cuenta. Esta es una tarea sencilla que puedes hacer aunque te encuentres impedido en una silla de ruedas. También podrías jugar con los más adolescentes a escribir un pequeño libro que hablara de todas esas historias bonitas que solo tú sabes, podríais titularlo: “Los cuentos que a mí me contaban”.
 
Algunas costumbres se pierden con el paso del tiempo. Seguramente que muchas de vosotras sabéis preparar unos platos exquisitos, recetas que si no las transmitís se perderán en el camino. Yo os propongo que habléis con la asociación de vecinos de vuestro barrio para impartir clases de cocina enseñando todos esos trucos que solo vosotras sabéis y que hacen que vuestros platos sean un auténtico manjar para luego, una vez preparados estos, disfrutarlos entre todas las personas del barrio.
 
Esto mismo lo podéis aplicar a cualquier campo en el que os veáis preparados/as como puede ser: enseñar a leer a los adultos, hacer trabajos manuales de marquetería, enseñar punto de cruz, bolillos o simplemente para dar un abrazo a aquél que esté necesitado de cariño.
 
Enseñando y compartiendo conocimientos disfrutarás, te sentirás útil y cada día te sentirás más motivado y generarás nuevas experiencias que compartir con tus amigos y familiares. Estoy segura de que tienes mucho que ofrecer y disfrutarás la experiencia al máximo. Hay muchas personas que estarían encantadas de aprender de ti y eso siempre sube la autoestima y te hará sentir genial.