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Clara Díaz, Psicóloga y autora del blog Serendipity

No sabría calcular el número de personas que se encuentran viviendo en centros de mayores. Obviamente el porcentaje será significativamente menor al que se encuentra viviendo en sus casas. Yo, a excepción de las personas mayores que me rodean, y al trabajar en una residencia de mayores, me veo rodeada día a día de personas inmersas en la depresión. Su día a día es mecánico, banal, sinsentido, cada día es un día más, exacto al anterior y sin esperanza de que el siguiente vaya a ser diferente.

Es duro ver cómo estas personas se abandonan. Se sienten desamparadas, sin esperanzas, resignadas a terminar sus días, esperando que el final llegue cuanto antes.

Hace tiempo que me pregunto: en esa situación, y a pesar de haber tenido una vida feliz, si haces balance ¿podrías considerar que ha merecido la pena vivir?

Muchas veces lo pasado se vive como un sueño. Parece que las marcas de esa felicidad solo quedan en la memoria y nada en nuestro día a día.

He de decir que no todas las personas que viven en residencias presentan sintomatología depresiva. Y además, los casos que se detectan son muy variables, siendo las características descritas anteriormente las extremas y menores.

Las causas de esta enfermedad son muy variables y difusas. Cambio de rutinas, discapacidad, deterioro cognitivo, efectos secundarios de fármacos, abandono por parte de familiares, fallecimientos…

Considero que es una enfermedad lo suficientemente grave como para ser detectada e intervenida. Entiendo que una persona que vive en su casa y la cual no acude en busca de ayuda psicológica por cualquier razón, no reciba asesoramiento. Por lo contrario, aquellas personas que se encuentran en centros e instituciones, en las cuales está garantizada la supervisión médica, asistencial y física deberían a su vez recibir asistencia psicológica, ya que pienso que con un antidepresivo muy probablemente se encuentren más tranquilas, pero sus preocupaciones seguirán ahí, atormentándoles y minando sus esperanzas. El sentimiento de soledad y abandono, con una simple conversación de unos minutos en la cual se facilita la ventilación emocional por medio de la escucha activa y la empatía, provocará que esa persona, aunque solo sea por unos momentos se sienta aliviada, comprendida, escuchada y acompañada.

No soy partidaria y lucho contra la dependencia que se pueda crear en un paciente con depresión hacia su terapeuta en consulta, no obstante, al estar hablando de un centro en el cual los mayores van a pasar muy probablemente el resto de sus vidas, considero que es conveniente que ellos sepan que se puede contar con este profesional siempre que lo necesiten. Se trata de que los mayores encuentren en el psicólogo un espacio en el cual desahogarse, sentirse comprendidos y escuchados y donde puedan reflexionar sobre su vida y su situación para ir hacia la mejora personal.

Poco o nada se puede hacer por que recuperen su vida pasada, su autonomía, sus seres queridos que fallecieron, sus capacidades, su vida anterior, pero sí se puede trabajar el que aprendan a sacar el lado bueno de las cosas y se adapten a una nueva vida para poder vivirla lo más felices posible.

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