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Para el post de hoy contamos con la colaboración del Centro Sexológico Sexorum y su equipo de profesionales que ha querido hablarnos un poco más sobre este tema.

Queremos luchar contra los estereotipos en torno a la sexualidad en la vejez y qué mejor manera que asesorándonos con profesionales del sector para derribar esos pensamientos que tanto daño hacen a la libertad sexual.

Gracias a ellos tomamos conciencia de la realidad y cuestionamos la racionalidad del pensamiento estereotipado.

Hay estereotipos que se sostienen bajo la idea de que en la vejez ya no deben tenerse relaciones sexuales, no está muy claro si por inapetencia o porque esté mal visto. ¿Cómo evoluciona el apetito sexual a lo largo de la vida?

El criterio social de “normalidad”, estricto y simplista, impone en cada etapa de la vida, también en la vejez, lo que se debe o no hacer, dificultando la búsqueda de lo que se puede o desea hacer.

Una diferencia, que merece ser explicada, es que no es lo mismo el deseo, que la conducta. De ahí que tener relaciones sexuales, expresión de uso generalizado y también confuso, que sustituye antiguos conceptos como el de -concupiscencia, cópula o fornicatio-, apunta en última instancia, al placer genital, penetrativo y orgásmico. Lo deseable, sería poder entender que las relaciones sexuales, es decir, entre los sexos, hace referencia a sus encuentros eróticos y no a sus conductas.

El deseo erótico y los encuentros que genera, nuestra historia reciente, lo ha considerado pecaminoso, especialmente para ciertos grupos -niños, personas con discapacidad y mayores-. Por ello, en los mitos sobre la sexualidad de las personas mayores, esto es, creencias y prejuicios, se repite la tendencia a des-erotizar, considerar que las personas por causa de la edad, ya no tienen deseo ni son deseables.

No son deseables, porque vivimos en una sociedad, donde el modelo corporal juvenil se impone, frente a todos aquellos rasgos asociados al envejecimiento. Los mensajes sociales, presentan la vejez como un período de deterioro e involución. Los propios mayores terminan interiorizando que los cambios de su cuerpo, como las canas, las arrugas, la calvicie, la nueva distribución de grasas, el descenso de las glandulas mamarias,...etc no son atractivos ni deseables. Es claro, que estos mensajes no favorece una vivencia positiva del propio cuerpo y sus cambios, que incluso pueden llegar a vivirse con cierto malestar y angustia, que repercuten de manera negativa en la  sexualidad de las personas mayores.

Con la edad se acaba el deseo, a menudo los argumentos giran en torno a las dificultades de erección ó para la penetración, una idea miserable de lo que significa las relaciones entre los sexos y sus encuentros. Otra forma de empobrecer la dimensión erótica es convertirla, en mera “necesidad fisiológica”, un desahogo, digamos primario. No negamos, la fisiología, pero atendemos a las personas, desde un lugar más valioso. El lugar, donde se produce una vinculación erótica con el otro y se expresa físicamente esa vinculación -tocar y ser tocado, besar y ser besado, excitar y ser excitado,...- no es un mero apetito que busca ser saciado, es el anhelo del otro como amante y como amado, es el deseo de búsqueda del otro y de materializarlo a través de la relación, la intimidad, la conexión emocional y corporal que se modifica a lo largo de la vida.

¿Qué diferencias o similitudes hay entre los problemas sexuales en mayores y jóvenes?

El factor que produce y genera el mayor número de problemas, que comparten jóvenes y mayores, es la “obsesión de la cópula”.

Esta idea inculca el deber, no solo de “lo que debe ser”, sino también  de “cómo debe hacerse”. A su vez, esto implica un tener que “hacerlo como se debe” para ser normal y cumplir con el modelo. Un modelo que pasa por la penetración, que vigila la rigidez, turgencia ó lubricidad de los genitales, que fiscaliza el tiempo preveo y durante, que puntúa y cuantifica la duración y la intensidad, que evalúa la satisfacción del encuentro entre los sexos, con la medida del orgasmo.

En definitiva, los hombres y las mujeres son conducidos, jóvenes y mayores adoctrinados para cumplir con los deberes de la normalidad, que se alejan de los caminos de Eros, del encuentro entre los sexos. Se olvidan que la búsqueda es del otro y que la intimidad de los deseos no se rige por esos criterios.

Se cree que los problemas de disfunción son característicos de la vejez, ¿es cierto que aparecerá este problema a todo aquel que envejezca?

No es cierto que estos problemas sean exclusivos o aparezcan de manera inevitable en la vejez.

Procedentes de las disciplinas médicas, han ido entrando una gran cantidad de términos, tratando de llevar el sexo al campo de la patología, de igual forma que la moral lo había vinculado con el vicio y el pecado. De hecho, han conseguido que se use problemas sexuales, para designar un sin fin de trastornos, enfermedades o patologías. Dentro de esta noción, está el grupo de las disfunciones genitales masculinas y femeninas.

La noción de dificultades comunes, que utilizamos los sexólogos, tiene la ventaja de situar a los problemas, en un ámbito sencillo, común, es decir, de todos. Por tanto, las dificultades comunes, son aquellas que todos tienen, en uno u otro momento y circunstancia de su vida individual o de relación.

Las dificultades añadidas, en este caso las propias de la vejez, encontramos la jubilación, ya que es un cambio muy significativo que exige una reestructuración de la vida cotidiana y del sistema de relaciones. Implica una disminución del poder económico y social, que puede afectar a la sexualidad, al mismo nivel, que la disminución en la producción de testosterona, hormona responsable del mantenimiento de los caracteres sexuales secundarios (masa muscular, vello...).

La viudedad, la muerte del cónyuge o la enfermedad prolongada, que especialmente afecta a mujeres, por su mayor longevidad y por la diferencia de edad con su pareja, en ocasiones supone no solo la perdida de la relación, sino de una identidad y seguridad construidas en torno a ella.

Para aquellos mayores que viven en residencias, un elemento a menudo negado u obviado por los cuidadores y la normativa del centro es la posibilidad de intimidad. En ocasiones, la falta de oportunidades para encontrarse como amantes, para juntarse y conocerse, cortejarse y seducirse. Para intimar.

En otro orden, están los cambios que pueden aparecer o no con la vejez y que afectan a la cualidad funcional. En el hombre, puede disminuir la firmeza de la erección, debido a que los vasos sanguíneos no son tan elásticos como antes. Se puede reducir el eyaculado en cuanto a su volumen y la fuerza con que es expulsado, a consecuencia de una menor potencia de los músculos eyaculadores y, por lo tanto, de sus contracciones durante el orgasmo. En la mujer puede disminuir la lubricación vaginal y reducir el aumento vasocongestivo de las mamas.

Reducir la sexualidad y la erótica a una mera reacción genital, desvinculado del marco simbólico y relacional, dificulta ó impide el desarrollo de una vida sexual plena y satisfactoria.

¿Qué repercusiones tiene la menopausia en la sexualidad de las mujeres?

Aclarando los conceptos, la menopausia es el cese de la menstruación, que acontece en la biografía de las mujeres alrededor de los 50 años, cuando los ovarios disminuyen su producción de progesterona y estrógenos y dejan de ovular. Por otro lado, la sexualidad es la vivencia de ser sexuado, esa forma única e irrepetible de sentirse de uno u otro sexo, con referencia al otro.

Las repercusiones dependerán en gran medida, de la significancia que cada mujer otorgaba a sus menstruaciones, a su función reproductiva y de la actitud ante la menopausia, que condicionará la vivencia de este periodo. Algunas mujeres pueden vivenciar esta etapa de cambio, como una pérdida y otras, por el contrario, como una posibilidad de tránsito hacia otra cosa. Aunque es sabido, que lo que da o quita el sentido al hecho de ser mujer, no es la capacidad reproductiva y desde luego, que una mujer no se define por una función, Nuestra experiencia, nos confirma que algunas mujeres se sienten cuestionadas en su identidad y por ende en su sexualidad.

Entre los síntomas más habituales, se encuentran los llamados “sofocos”, una sensación de calor en la cara, o que sube desde la cintura hacia arriba, acompañado o no de un pulso más acelerado. La sequedad de la piel, en concreto la vaginal, que en muchas ocasiones pasa desapercibido y en otras puede generar dificultades o molestias en las penetraciones. El tiempo de sueño puede alterarse, aunque también su frecuencia, los despertares y la necesidad de horas de descanso, es consecuencia de la edad con o sin la menopausia. Otro de los cambios que más incomodidad produce en algunas mujeres, es la mayor facilidad a engordar, debido al descenso en la producción de estrógenos, que genera una nueva distribución de las grasas corporales.

Estos síntomas, no son universales, ya que varían en cada mujer, como variable es la manera en que el cuerpo se adapta a esos cambios hormonales. Por tanto, se trata de una “experiencia subjetiva, única y peculiar”, vivida de diversos modos, con diferente grado de satisfacción o de malestar.

Somos grandes defensores de la libertad sexual. ¿Qué beneficios podrías destacar que aporta la sexualidad y que avalan esta idea?

La sexualidad es un concepto que nos ayuda a entendernos y explicarnos. Su contenido hace referencia, a las biografías sexuadas, sin las cuales es imposible situarnos en el mundo, ni individualmente ni con relación a los demás.

La sexualidad es el sentimiento que cada cual tiene de ser hombre o mujer. Tiene que ver con el valor de ser sujetos sexuados y con su amplia variedad. También existe una gran diversidad en cuanto a intereses, capacidades y conductas entre los individuos, que se transforman a lo largo de la vida.

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