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Cuando iniciamos el “año europeo del envejecimiento activo y la solidaridad intergeneracional” es necesario insistir en la oportunidad que el proceso de envejecimiento significa para incrementar la calidad de vida, para mejorar los niveles de salud y para prevenir enfermedades. La formación de unos nuevos profesionales que apliquen cuidados a las personas mayores será una necesidad ante el previsible incremento del envejecimiento de la población.

Se atribuye a Carlos de Sainte-Beuve, crítico literario francés del siglo XIX, la frase “envejecer es todavía el único medio que se ha encontrado para vivir mucho tiempo”. Más que un simple lema publicitario la aplicación y desarrollo  de los criterios básicos del envejecimiento activo es una oportunidad para evitar o dilatar los problemas que el simple paso de los años acerca a la persona. Porque “aprovechando al máximo las oportunidades para tener un bienestar físico, psíquico y social (definición OMS de “envejecimiento activo”) se extiende la calidad y la esperanza de vida en edades avanzadas. La OMS continúa con la definición de envejecimiento activo señalando que “además de continuar siendo activo físicamente, es importante permanecer activo social y mentalmente, participando”. Esa participación debe abarcar esferas como las recreativas, laborales, culturales, educativas y sociales, con actividades desarrolladas en la vida diaria, en familia y en la comunidad.

El periodo de envejecimiento aporta unas capacidades en plena actividad; algunas en mayor desarrollo que en otras etapas cronológicas, mientras otras funciones declinan y pueden llegar a perderse. Esta evidente realidad se produce de manera sutil, lenta y progresiva cuando la enfermedad está lejos, y se hace presente como deterioro de funciones o capacidades cuando el pathos llega.

El proceso de envejecimiento se caracteriza por una notable variabilidad interindividual, pero también por diferencias en las capacidades y funciones de una misma persona, derivadas de realidades genéticas o adquiridas que modulan lo fisiológico, lo psicológico o lo social, y lo hacen “personal”, “propio”, “distinto”.

Nadie podrá detener una serie de hechos biológicos que, en plena salud, marcan para una identidad determinada la variabilidad interindividual e intraindividual del envejecer. Pero la aplicación, en los términos y dimensiones que efectivamente puedan aplicarse, de los principios y actividades definitorios del envejecimiento activo serán pilares para la mejora de la salud (física y psicológica) y para la promoción de la autonomía, incrementando la autoestima y reforzando la integración, el sentido de pertenencia, tanto a la familia como al grupo social, evitando la soledad, el aislamiento y la exclusión. Cuando se desarrollan los modos de vida citados se está logrando incrementar la “calidad de vida”, en tanto es producto de la suma de una adecuada forma física, del ejercicio pleno de las funciones cerebrales superiores, del equilibrio emocional y de la participación familiar y social.

Teniendo en cuenta que el envejecimiento poblacional de las sociedades ibéricas es de los más altos del planeta (en 1991 superaba los 65 años el 13.8% de la población española, porcentaje que se ha elevado al 17% en 2009) hay necesidad de poner en marcha mecanismos que ayuden a incrementar su salud y prevenir las patologías frecuentes en las personas mayores,

Sería muy oportuno acudir a su entorno para entrenar a sus familiares, cuidadores no profesionales, en las tareas más básicas que les permita ejercer mejor su trabajo. Y además, es momento de lograr la realidad de una nueva dedicación profesional, aquella de tipo transversal y transdisciplinar, de enfoque holístico, que aborde con éxito la atención a las personas que se incorporarán al proceso de envejecimiento al llegar a la mitad el presente siglo.

Estamos ante un reto, pero también ante una oportunidad: la de contribuir en la formación de personas que pongan en marcha proyectos “sobre el terreno”, cerca de nuestros mayores, para mejorar su calidad de vida y prevenir las patologías más frecuentes; porque prevenir el alzhéimer, por ejemplo, se construye con los mismos elementos con los que se previene la arteriosclerosis: transitando por un envejecimiento activo.

 

Julio Fermoso

Catedrático de Neurología de la Universidad de Salamanca