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Javi VizcaínoAportación a Cooperativa de Despistados de La memoria es el camino.

Me describes con pelos y señales aquella buhardilla de la calle Arrandi de Barakaldo en que viviste hacinada junto a una parentela kilométrica de perdedores. Faltaba tu padre, arrojado a una cuneta de un pueblo al que sólo podríais volver muchos años después con la cabeza gacha y la lengua aprisionada entre los dientes para que no delatara vuestra inmensa rabia. No te dejas un detalle: la cocina económica, la fresquera vacía, la toquilla raída de la abuela Lorenza, las polvorientas escaleras de madera y hasta la gata gris y blanca que no daba abasto con las ratas que campaban a sus anchas. Pronuncias uno a uno los sonoros nombres —vaya unos rojos, que seguían el santoral— de tíos y primos… y de pronto, te detienes y disparas a bocajarro la pregunta que más temo, simplemente porque no tengo respuesta: ¿Por qué recuerdo todo eso y no soy capaz de saber lo que acabo de comer?

Lo peor es que aunque supiera cómo contestarte, también se te olvidaría, y dentro de diez minutos, cuando volvieras a iniciar el relato, lo interrumpirías exactamente en el mismo punto con idéntica pregunta. Así que me encojo de hombros, sonrío, te digo que es normal y dejo que continúes aferrándote a los restos del naufragio de tu memoria. Las monjas que te mandaban leer mientras comían, las trastadas que hacías para que te castigaran sin la excursión a la odiada playa, la casa de postín donde serviste… Y de nuevo te paras, miras a tu nieto en el calendario que te hicimos para que no dejaras de tenerlo presente y preguntas en qué mes estamos. Te lo digo por quinta vez en lo que va de tarde, sabiendo que habrá una sexta, una séptima y muchas otras más, siempre acompañadas de la inevitable coletilla: ¿Falta mucho para cambiar la hoja? Es tu gran preocupación, casi tu obsesión. Vives fuera del tiempo, pero necesitas sentir que algo te une a él todavía y, sobre todo, que habrá un mañana, un pasado mañana o un dentro de dos semanas cuando toque darle la vuelta a la hoja. Ojalá cuando hayamos cambiado docenas de ellas recuerdes aún aquella buhardilla de la calle Arrandi. Hace ya mucho que no pido más que eso.

 

Javi Vizcaíno

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