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David HilfikerWatching the Lights Go Out

Marja sigue sin estar convencida del diagnostico, así que le envié un correo electrónico a mi médico detallando todas las cosas que había ido experimentado durante el último mes, y que a mí que parecían relevantes. Quería saber cuan seguro estaba. En respuesta me decía que, después de escuchar los nuevos síntomas, y habiéndome ya examinado previamente, tenía "el pálpito" de que se trataba de la enfermedad de Alzheimer. La única manera de diagnosticarlo con certeza es a través de una biopsia del cerebro, que obviamente es muy peligrosa. Hay pruebas en las que se analiza el líquido cefalorraquídeo que pueden dar un diagnóstico más seguro, pero él no recomendaría una prueba tan invasiva cuando sus resultado no van a afectar al tratamiento. Hay otra prueba que se puede hacer, se trata de una tomografía del cerebro, que, si resultara positiva, sería una evidencia "muy esclarecedora" y me ayudaría a la hora de decidir a quién y cuándo contárselo.

Le di el correo electrónico a Marja. Aunque yo ya le había reiterado constantemente que el doctor estaba bastante seguro de que padezco alzhéimer, parecía molesta por lo que decía el mail. Hasta ese momento ella no había estado segura del diagnóstico y quería esperar a que se desarrollaran otros síntomas. Sin embargo, la palabra "pálpito" fue para ella como un puñetazo en la boca del estómago. Era por la naturaleza visceral de la expresión, me dijo.

En cuanto a la tomografía, Marja y yo siempre hemos evitado los costes médicos "innecesarios". Así que, puesto que la tomografía en muy cara y no cambiaría el tratamiento, parece innecesaria. Medicare (seguro médico para personas mayores, gestionado por el gobierno de los Estados Unidos,) asumiría el gasto, pero aun así estaría siendo cómplice del uso excesivo que en general se hace de los recursos médicos, y que está  hundiendo Medicare. De todos modos, creo que no me haré la prueba a menos que ésta sea lo suficientemente concluyente.

El diagnóstico parece haber tomado el control de mi vida cotidiana. Por un lado es lógico: es un gran acontecimiento en mi vida; pero por otro, no quiero dejar de vivir por culpa del diagnostico. Lo que termina de “rizar el rizo” es que siento como si esta enfermedad fuera una oportunidad para poder establecer unas relaciones espirituales más profundas. El plan que establecí el verano pasado con mi director espiritual había sido para "abstenerme" del pensamiento analítico, y de hecho el alzhéimer me obligará a ello. Pero acelerar esa “abstención”, ahora puede darme una idea de lo que me puede aportar este tipo de práctica espiritual antes de que ya no lo pueda apreciar.

Cada vez estoy mucho menos interesado en los debates del presidente o del vicepresidente, seguramente esto es un indicativo de algo, tal vez sea la forzada rapidez del pensamiento analítico y no tanto esta apatía intermitente que va y viene. Vi la primera media hora del primer debate presidencial. Toda la mezquindad y la falta de sustancia que transmitía, hicieron que casi sintiera nauseas, así que decidí salir de la habitación. Tal vez eso mismo me hubiera sucedido sin la enfermedad de Alzheimer, pero la verdad es que no me había pasado antes. ¿Se estará intensificando mi sensibilidad emocional ante las cosas desagradables?