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David Hilfiker, Watching the Lights Go Out

Gran parte de mi vida adulta se ha visto enmarcada y definida por la depresión. Esta enfermedad mental ha tenido una profunda repercusión en  mi relación con Marja y los niños, en mi/s carrera/s, mi fe, mi forma de escribir, mi sensibilidad ante el sufrimiento de los demás... y en definitiva, en toda mi vida. Lo cierto es que no ha sido peor gracias a que en los últimos diecisiete años  los medicamentos que tomo me han dado mucha más estabilidad emocional. Sin embargo, varias veces al año, suelo tener un par de días en los que la depresión se agudiza especialmente, sólo para recordarme que existe. Incluso después de todos estos años, aún vivo con gran temor el hecho de sentirla acechando a la lejanía como una profunda amenaza.

Y ahora, el resto de mi vida se verá marcada por la enfermedad de Alzheimer. No es que vaya a determinar mi vida, pero su presencia será cada vez será más evidente. Siempre estará allí: una amenaza, un temor, una pregunta, un nubarrón que se cierne sobre el futuro. Yo actuaré en gran parte en consecuencia a esta situación, e igual que yo, mis familiares, amigos y desconocidos.