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David Hilfiker, Watching the Lights Go Out

Ya estoy achacando muchos de los errores que cometo a la demencia: fallos de mecanografía, cuando me como palabras al escribir, en los momentos en que olvido dónde puse las cosas… En el pasado, a veces he utilizado mi depresión como una excusa para eludir muchas cuestiones, para alejar de mi vida los desafíos. No quiero volver a cometer ese error de nuevo viéndolo todo a través de los ojos de esta enfermedad.

Por ejemplo, tengo programado dar una charla ante una gran audiencia en la International Street Medicine Conference y he estado mucho más nervioso de lo habitual; no tanto por el discurso en sí, ya que lo voy a escribir con tiempo y se lo pasaré a Fred Taylor y Maria Barker para que lo lean detenidamente, es el momento de los ruegos y preguntas que viene después, y las posteriores conversaciones con los interesados, lo que exacerba mi ansiedad.

Así pues, este tipo situaciones me hacen plantearme si debo enfrentarme a ello como una forma de mantener mi mente más activa, independientemente de la ansiedad que me produzca, o si por el contrario debo eliminar este tipo estrés de mi vida.

Sin embargo, ya he decidido no volver a aceptar trabajos que requieran largas exposiciones orales, el nivel de ansiedad que me hacen sentir sobrepasa con mucho al que quiero enfrentarme. Ahora estoy bien, pero ¿estaré lo suficientemente bien dentro de tres meses como para dar una charla? ¿Sentiré demasiada presión, aun en contra de mi voluntad, como para continuar?

La cuestión más difícil es decidir si debería cancelar las clases que imparto o tendría que esperar hasta que el diagnóstico empezara a ser obvio para otras personas ¿Debería renunciar a mi puesto como contable en la comunidad religiosa Eighth Day? Ahora todo esto es un lío, así que creo que aun esperaré un tiempo para decidir sobre ello ya que todavía no tengo nada claro.