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Marian GarcíaAportación a Cooperativa de Despistados de La memoria es el camino.

La tía Teresa, mi tía Teresa, ha cumplido 100 años. Reconozco que me ha hecho especial ilusión poder compartir este día con ella, prototipo de tía entrañable que sirve de nexo de unión con las raíces, con el pueblo, para esos sobrinos que hace muchos años emprendieron caminos diferentes y que ahora, con sus padres ya fallecidos, tienen en ella su referente.

Acompañándole en esa celebración estaba su ya única hermana, la pequeña que, con 93 años, sigue sus pasos, por lo que espero volver a participar en un tiempo no muy lejano en la celebración de otro centenario.

Un cumpleaños y más llegados a estas edades es siempre motivo de alegría, pero si la conocierais os daríais cuenta de que es mucho más, porque ella es uno de esos seres privilegiados que alcanzan el siglo de vida con una salud envidiable y una memoria prodigiosa. Una memoria para lo bueno y para lo malo, porque cien años son muchos años y ella es una de esas mujeres a las que la vida no se lo ha puesto fácil. En la guerra perdió a su primer marido y años después enterró también a su segundo esposo y a su único hijo. En estos años ha sufrido también la muerte de hermanos, sobrinos, vecinos, amigos… Todos ellos han estado hoy presentes en su memoria. Con una sonrisa ha imaginado lo que hubiera disfrutado su hijo, mi abuela, su marido… de este gran momento.

Pero lo mismo que la memoria le sirve para recordar a los que faltan le sirve para recordar los momentos vividos con ellos y disfrutarlos una vez más contándolos y compartiéndolos. Su memoria prodigiosa le sirve para no olvidar los cumpleaños de sus sobrinos, a los que por supuesto tiene perfectamente localizados, emparejados y con la descendencia perfectamente ubicada, algo que muchos ya a estas alturas nos resulta bastante complejo. Su memoria es simplemente envidiable. Como ella misma reconoce “la verdad es que la cabeza la tengo muy bien”. Hoy todos hemos deseado ser como ella, llegar, no necesariamente a los 100 años, aunque ¿por qué no?, pero hacerlo con su garbo, sus energías, su salud, su fuerza, su agilidad, su vista (presume y no sin razón de que ni siquiera necesita gafas) y su memoria, algo que quienes compartís este grupo sabéis lo importante que es y lo que se sufre cuando se pierde.

Su nieto, después de llevar a las dos hermanas en el coche me decía “casi 200 años de historia en mi coche, menuda responsabilidad”. No es para menos.