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Míriam Sorribas Cateura, Psicóloga, Logopeda y Terapeuta de la Residencia Sant Martí (Fundació Vella Terra)

 

En el Alzheimer la pérdida de recuerdos provoca una desestructuración de la identidad. Pero hay emociones que no se olvidan y pueden ayudar a paliar este proceso.

Se ha escrito mucho sobre la falta de memoria en el Alzheimer. Sabemos, cada vez más extensamente, cuáles son las estructuras cerebrales que participan en los procesos mnésicos y cómo éstas cuentan con múltiples conexiones para su posterior desarrollo y funcionamiento. Y aunque el campo de investigación respecto este tema ha sido siempre  muy productivo, aún quedan muchos entresijos que desenredar, ya que en cada nueva aportación se multiplican por cien los diferentes órdenes de magnitud que se dan.

 

Tipos de recuerdos

Existen diferentes razones que causan problemas de memoria. Y las condiciones son siempre complejas y heterogéneas. En el Alzheimer el deterioro de memoria cursa lenta pero progresivamente, afectando unos determinados aspectos mnésicos que, junto con otros nos sirven para construir el perfil del deterioro. El por qué estos enfermos tienen, ya desde un inicio mala memoria, se relaciona con la afectación de determinadas estructuras cerebrales. Pero, siempre nos encontramos con cuestiones que afectan en nuestra comprensión sobre qué puede ser fácil de recordar y qué no y esto nos obliga a plantear distintos interrogantes. Sabemos que no se olvidan de la misma manera los recuerdos que vienen cargados de emocionalidad. Sabemos también que los recuerdos que vienen impregnados por emociones negativas o positivas se conectan de distinta manera en nuestras estructuras cerebrales encargadas de codificarlos y almacenarlos, creando circuitos cerebrales que podríamos denominar optimistas o pesimistas. Y por tanto,  podemos plantear que las lesiones provocadas por el Alzheimer pueden afectar de distinta manera a un tipo de circuitos o a otros. En el libro “Una Mente Feliz”, la profesora e investigadora Elaine Fox dice “estos circuitos son los más plásticos del cerebro humano: podemos cambiar, siendo una de las claves que caracteriza el optimismo la del sentimiento de control de la propia vida”.

 

Memoria y extinción de recuerdos

En este orden de cosas, en el caso de la depresión, por ejemplo,  las personas que la sufren no son capaces de extinguir determinadas conductas que ya no sirven (pensar en un fracaso laboral no me sirve para encontrar un  nuevo trabajo).  La extinción de conductas aprendidas parecería derivar del aprendizaje de nuevas conductas no compatibles con las anteriores; de hecho la extinción requiere síntesis proteica, porque olvidar lo malo también es tener memoria, entendiendo en este contexto la memoria como la marca dejada en el cerebro por las experiencias individuales y por los fenómenos genéticos y epigenéticos.  Una persona con Alzheimer, en una fase inicial, se debe ir adaptando constantemente a sus distintas identidades, en función de lo que vaya recordando de su yo, mientras va perdiendo el sentimiento de control de su propia vida. Quizás puedan haber distintas maneras de no perder ese control si extinguiéramos conductas que ya no vayamos a utilizar, enfocando nuestra atención a aquellas que, aunque nuevas, nos vayan a ser útiles en un futuro, como intento de proteger a nuestro cerebro, y, consiguiendo esa clave para el optimismo, que decía Elaine Fox.

 

Las emociones permanecen

Unas de las conclusiones publicadas en la revista “Proceedings of the National Academy of Sciences” son el resultado de un trabajo de la Universidad de Iowa (EEUU) que después de trabajar con un grupo de cinco pacientes afectados por un raro tipo de amnesia confirman que “la amnesia borra los recuerdos pero no las emociones y los sentimientos asociados a ellos” Entonces, además, debemos tener en cuenta en que es más fácil borrar completamente un mal recuerdo que la emoción que ese mal recuerdo generó. Existe, por tanto, un tipo de disociación entre recuerdo y emoción, que, es patente en personas con daño cerebral.

Un cerebro sano frente a una emoción negativa o una experiencia traumática, tiende siempre a debilitar estos recuerdos para poder volver a su estado de equilibrio, pero frente a un cerebro con Alzheimer no tiene por qué ocurrir lo mismo. Un experimento que está llevando el Centro Estatal de Atención al Daño Cerebral puede presentarnos alternativas de neuromodelaje. Han publicado una especie de spin-off: “La cámara de los recuerdos” en youtube. El experimento se hace con un grupo de personas con amnesia severa y se trata de ver si poniéndoles una cámara que recoja imágenes de toda su actividad diaria mejora su estado emocional y cognitivo.

Diferentes planteamientos nos permiten situarnos, cada vez más cerca, del cerebro de la persona que vive con Alzheimer, sin olvidarnos por supuesto de sus emociones, como base de cualquier forma de rehabilitación y estimulación. Debemos recordar que nuestra memoria da coherencia a nuestra identidad, que a su vez construye nuestro yo, y da coherencia a la idea que nos formamos de nosotros mismos.