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Puy Trigueros, Aportación a Cooperativa de Despistados de La memoria es el camino.

Mi abuela cumplió ayer 99 años, con una mente lúcida que ya quisiera yo, no a sus años sino ahora mismo. Siempre la ha tenido. Si le hacías una compra te recordaba que te debía 100 pesetas de hace un mes. Siempre me ha fascinado ese control que conserva aún hoy a pesar de que ya no oye ni ve bien y eso le entristece un poco. Es una suerte mantener esta mente lúcida o quizá no porque eres perfectamente consciente de tu degradación física y de todo lo que sucede a tu alrededor.

Aun así y, a pesar de que apenas nos escucha, le encanta que hijos nietos y bisnietos vayamos a verla y charlar con nosotros, reír con los niños y contar algunas anécdotas de su vida “de moza”. Ella, que quería ser monja, se casó y se quedó a cuidar de sus padres ancianos, sus hijos, una sobrina que quedó huérfana y de todos sus nietos porque “era su obligación” La larga vida de mi abuela ha sido, desde siempre, una vida dedicada a los demás. Algo que, según ella, los jóvenes de hoy no entendemos. No le falta razón.

En su mente no hay ni sombra de la enfermedad del alemán, pero la conoce bien. Cuando el abuelo Benjamín empezó con los primeros “despistes” le recordaba con paciencia los nombres de mi hermana y mi prima que siempre confundía. La misma paciencia y dedicación que tuvo hasta el último día de su dura enfermedad. A pesar de que ella también era mayor cuando mi abuelo enfermó, se hizo cargo de todo con resignación y dedicación absoluta. Sólo una vez le vi derramar una lágrima fugaz. El día que mi abuelo no la reconoció por primera vez. Decía él que quería ir a ver a su novia Socorro. Ella le dijo “pero si soy yo”. “Tú qué vas a ser si eres una vieja, mi novia es joven y guapa” Todos reímos con la ocurrencia. Todos, menos ella. Fue doloroso porque no solo era síntoma de que lo perdía, sino espejo cruel de la realidad.

De esto han pasado ya muchos años y ella ha vuelto a sonreír, sobre todo con los bisnietos que le dan mucha alegría y, aunque dice que este mundo ya no es el suyo y que no lo entiende, yo quiero seguir disfrutando de las conversaciones en las que me cuenta cómo era su mundo que, curiosamente, cada vez se parece más al que parece estar por venir.

 

Puy Trigueros

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