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Rebecca Ley, The Guardian

En la forma se parece mucho a cualquier otro documento oficial, tiene casillas, espacios para firmar y viñetas. Visto de pasada podría parecer una solicitud para el pasaporte o para la renovación del impuesto de circulación. Sin embargo, cuando te paras a leerlo detenidamente, es obvio que otra cosa completamente distinta. El título que figura en la parte superior lo deja absolutamente claro: “Orden para permitir una muerte digna”.

En lugar de planificar la vida, el impreso describe la muerte – si tal cosa es posible. Y, hasta donde yo sé, este título es una forma más delicada de decir no resucitar. Así no suena tan duro, pero el trasfondo es el mismo: en caso de paro cardíaco o respiratorio, no debe hacerse maniobra alguna de resucitación cardiopulmonar (RCP).

Para alguien que está tan mal como mi padre, este es un tema muy importante que se debe tener claro llegado el momento. Así pues, la última vez que estuvimos en Cornwall, mi hermana menor y yo ayudamos a una de las enfermeras de Papá a rellenar un formulario en este sentido. La enfermera nos había hablado de ello uno de los días que fuimos a visitarle. Nos dijo amablemente que quizás ya había llegado el momento, que debíamos ir pensando cómo afrontar esta cuestión.

En ese mismo momento, acordamos con ella una cita días más tarde donde celebraríamos una reunión  para determinar la posición de la familia al respecto. Los familiares que no pudieron acudir fueron consultados por teléfono ya que nadie tiene un poder notarial por el que se haga responsable de la salud de mi padre – el que mi hermana menor y yo tenemos, sólo hace referencia a las finanzas – y por tanto, las decisiones sobre cómo actuar en esta etapa final de su vida no recaen en manos de una sola persona, sino que estarán basadas en un consenso entre aquellos que le cuidan y su familia.

La decisión, sin embargo, fue sencilla. Todos los involucrados con Papá estábamos de acuerdo en que en el caso de que sufriera un fallo cardiaco, no debería ser reanimado. Su cuerpo es tan frágil y su mente está tan fracturada, que no sería posible concebir esta actuación como un acto de bondad.

La reunión fue sencilla, superficial incluso. La mujer que conducía la reunión era amable y meticulosa, mientras, el bullicio de la residencia se dejaba sentir de fondo: teléfonos sonando, puertas cerrándose de golpe, el olor de la cena… De alguna manera era difícil de creer que estábamos discutiendo tan tranquilamente cómo sería la muerte de Papá. Pero eso es lo que pasa cuando alguien a quien amas enferma de demencia – uno acepta cosas que en abstracto hubieran parecido absolutamente imposible de contemplar por ser tan extremadamente dolorosas.

Mi hermana y yo tuvimos que hablar de la capacidad mental de Papá, o  de la falta de ella, para confirmar que él era incapaz de entender la relevancia de esta decisión. Después, iniciamos con la enfermera una conversación sobre los pros y los contras de las diferentes opciones.

Aunque no existe ninguna ambigüedad en lo respecta a la RCP, la decisión de qué hacer si Papá sufriera una infección respiratoria es mucho más compleja. La neumonía es una las afecciones más comunes por la los enfermos mueren, pero, como dijo la enfermera, si simplemente se tratara a Papá con antibióticos y  pudiera mantener su calidad de vida actual, merecería la pena tratarlo.

Después de hablar de todo esto detenidamente, la enfermera escribió que en el caso de que se diera alguna eventualidad se debería de plantear en ese mismo momento una reunión con el personal de la residencia, la familia y sus médicos con el fin de poder tomar la mejor decisión.

Así que eso fue todo: dos formularios cumplimentados, archivados hasta el día que se hagan necesarios. Un día para el que espero falte mucho mucho tiempo. Acto seguido mi hermana y yo fuimos directamente a la sala de residentes donde estaba Papá para verle. ¡Mis niñas!, dijo emocionado en lugar de nuestros nombres mientras nos acercábamos. Le dimos un beso y nos sentamos a su lado dando gracias de nuevo por el padre que tenemos ahora, a pesar de ser tan diferente al hombre que una vez conocimos.