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Aunque parezca absurdo pensar que el Alzheimer pueda tener algún impacto positivo con el que se permita uno relacionar es, desde el punto de vista afectivo, el único punto de partida para asumir esta enfermedad. 
 
Presente, pasado y futuro
 
Y decimos “asumir”, como sinónimo de adaptación, no de aceptación. Puesto que cada día debemos adaptarnos a lo que se nos presente. Las relaciones nuevas comienzan siempre dejando ir (soltando lastres, maletas, cargas…) y aceptando el cambio. No es fácil, pero tampoco es imposible, con  práctica podemos lograrlo, prestando atención, observando y escuchando, pero basándonos en que nada de lo que ha funcionado hasta ahora puede volver a ser útil.  
 
Otro de los condicionantes para empezar a situarnos desde una perspectiva cómoda es olvidando que existen tres órdenes temporales y es que el tiempo permanente en el que debamos estar es el presente, no existe el pasado y, ver más allá, provoca confusión.
 
Entre otras cosas porque asumimos que el futuro se basa en el pasado y en lo que recordamos de él, y eso, en esta enfermedad, no tiene cabida. La persona que convive con el Alzheimer vive constantemente en el presente, porque le da seguridad y confianza, y porque  fuera del presente las cosas, los sucesos, las personas se desvanecen. Y de la misma manera, también se desvanecen los significados construidos de estas relaciones
 
Partir de cero, sin cargas ni significados
 
Pero, ¿cómo se puede hacer eso? ¿cómo uno puede olvidar lo que ha representado para el otro, lo que ha sido y viceversa?. Quizás no sea necesario hacerlo, lo que sí se debe desterrar es la imagen irreal que todavía se tiene en la mente de la persona que desearía que fuera. Además, nos cuesta porque nos aferramos, realmente, no a los recuerdos que tenemos de cómo era el otro, sino de cómo éramos nosotros con el otro.
 
Nuestra relación con nuestra pareja, nuestros padres, amigos o hijos define en buena parte cómo somos y de cómo nos vemos o nos gusta vernos a nosotros mismos. Nos aferramos a esa imagen, porque es un valor que intentamos construir continuamente, para sentirnos seguros, y cuando ésto cambia debemos romper esa idea y volver a dedicarnos un tiempo a nosotros mismos. Estas creencias acerca de nosotros nos marcan, además, un sentimiento y muchas veces terminamos confundidos entre una cosa y otra.
 
Nuestro vocabulario nos delata…decimos “estoy triste o estoy contento”, como si el sentir definiera el ser. La enfermedad de Alzheimer nos obliga a replantear la necesidad de esto. Porque nos ancla continuamente en el ahora. 
 
Rompiendo la necesidad de demostrar lo que somos, nos rompe nuestras creencias, nuestras expectativas,  nos las rompe día a día. Y nos obliga a dejar ir sentimientos basados en ideas, creencias, valores que, seguramente, ni nos definen ni definen al otro.
 
Las habilidades en el Alzheimer
 
Llegados a este punto, debemos plantear nuestra relación a partir, también, de un nuevo estilo de comunicación, y de lenguaje.
 
Pensemos que los recuerdos que se almacenan en el cerebro son de diferentes características: hay los recuerdos que se ven más comprometidos a causa de la enfermedad (secuencias complejas, recuerdos verbales o episódicos, mapas cognitivos…) y otros menos, como los recuerdos sensoriales, o recuerdos de canciones, de habilidades, recuerdos emocionales...
 
Probablemente la visión simplificada de la pérdida de memoria en el Alzheimer no ayuda a comprender toda la complejidad del proceso que vive la persona e implica una despersonalización muy grave. Esto dificulta pensar que detrás de la enfermedad convive alguien distinto, una persona nueva, que vale la pena conocer. Sin esa intencionalidad no es posible entenderla. Y la persona nueva se expresará y comprenderá informaciones de distinta manera a como lo ha hecho hasta ahora, pero que, no por ello, son peores.
 
Dediquémosle pues tiempo a volver a conocer… a entender las cosas desde un punto de vista más afectivo, menos mental, a utilizar otras capacidades, no sólo la racional, para entender las cosas y expresarlas. Decíamos que el cerebro utiliza diferentes pistas para llegar a recordar. El hecho de utilizarlas nos sumerge en un nuevo estilo de vida que, seguramente, vale la pena aprovechar porque no solamente ayudaremos a quien conviva con el Alzheimer, también nos estaremos ayudando a nosotros mismos.
 
 
 
Míriam Sorribas Cateura
Neuropsicóloga de la Residència Sant Martí (Fundació Vella Terra)