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En muchísimas ocasiones, me dejo caer sobre el sofá, me zambullo entre los cojines resoplando... Otra vez vuelvo a caer presa de esa frustración que tan difícil lo vuelve todo. En ocasiones (solo en muy contadas ocasiones), me da por pensar en que ese oscuro mundo donde me traslada toda esa frustración está solo en mi cabeza, me explico: cuando llevas diez minutos de reloj intentando que tu abuelo se siente en el sillón, cogiéndole de las manos, porque, evidentemente, si se las sueltas se precipitaría contra el suelo, y además tienes unas ganas irrefrenables de ir al baño, tantas que piensas: “como no se siente ya, me lo hago encima”; o cuando le dices por activa y por pasiva: “abuelo, por favor, estate quieto en el sofá, que te vas a caer”, y en un montón de situaciones parecidas, realmente no entiendes cómo él, TU ABUELO, es incapaz de hacerte caso, y te desesperas, te enfadas con él y contigo misma, y sobre todo, te frustras.
 
Pero... ¿qué pasaría si nos enfadáramos con una persona sin extremidades inferiores porque le estamos pidiendo que se levante, y, evidentemente, no puede hacerlo? No, en esa situación no nos enfadamos, ¡ni se nos pasa por la cabeza!, simplemente entendemos que es IMPOSIBLE. ¿Qué pasaría si a la hora de leer en la cama, justo antes de ir a dormir, pretendiéramos encender la luz de la lamparita de la mesilla sin enchufarla? ¿nos enfadaríamos con la lamparita por no poder hacer algo, que es claro y evidente, que es imposible que haga? Creo que todos entendemos los ejemplos anteriores ¿demasiado gráficos quizá?
 
Entonces... ¿por qué me enfado con él?... tal vez el fallo esté en que yo le miro y sigo viendo a mi abuelo, el que me crió, y que por muy ajado que esté, para mí sigue siendo él, MI ABUELO; sin embargo... yo para él ya no soy YO, las cosas de siempre le son extrañas, él ya no es ÉL... Así que, si es tan sencillo de comprender como sumar dos y dos ¿por qué me enfado o me frustro con él y con la situación?
 
En ocasiones, como ya he dicho, soy capaz de racionalizar y ver las cosas de una manera tan clara. Pero... el tiempo pasa... y... vuelvo a ser un ser humano inmerso en una de las enfermedades más crueles que pueden existir.
 
Ana Esteban
Octubre