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Hace mucho tiempo que me siento huérfana. Mis padres ya no son mis padres. Su personalidad ha sido eclipsada por la enfermedad.
 
No reconozco en absoluto a mi madre, es todo lo opuesto a lo que era. Es miedosa, obsesiva,  recela de todo el mundo. Suele contar acontecimientos familiares que todos sabemos que no han sucedido, está siempre de mal humor y hay que hacer grandes esfuerzos para que salga de casa a pasear un poco.
 
Lo más doloroso del Alzheimer, no son los olvidos ni las torpezas, sino esa pérdida de la personalidad que deja a los enfermos como un cascarón vacío. 
 
En mi madre, los cambios han sido tan brutales que nos parece que otra persona habita en su cuerpo. Probablemente según avance su enfermedad, ella no me reconocerá a mí; pero en este momento yo ya no la reconozco a ella.
 
Es una extraña sensación, tus padres están aquí, pero tu no los ves ni los sientes como tales, tus padres están lejos, muy lejos.
 
Todas las enfermedades afectan a la familia y a la sociedad, pero las demencias lo hacen especialmente. Provocan distorsiones y cambios importantes en la familia e inciden en aspectos sanitarios, sociales, económicos, etc.
 
La longevidad alcanzada en los países desarrollados ha ido incrementando el número de enfermos con demencia y la sociedad tiene un gran reto ante sí. Esperemos que seamos conscientes de lo que suponen estas enfermedades y creemos unos servicios sanitarios y sociales capaces de dar las respuestas más adecuadas para paliar el sufrimiento que estas enfermedades generan.
 
Octubre 2014