La enfermedad de mi padre está llegando a un punto crítico. Cada vez exige más y más cuidados, no da tregua. Hay días que no para, no quiere estar sentado en ningún sitio y trata de levantarse, necesitas estar continuamente refrenándole para que no se levante y se caiga. Otros días, como hoy mismo, está muy frágil, casi no se tiene en pie, no he podido darle nada de comer, pues ni abría la boca, se queja y no quiere beber ni agua, ni ninguna otra bebida.
En uno de los anteriores post , mi tía hablaba de las repetidas caídas que había venido sufriendo mi abuelo, y de las devastadoras medidas que había recomendado (casi impuesto) el médico.
Hay días malos, días peores y días imposibles. Se pierde la noción del tiempo, hay cosas urgentes, acuciantes o que pueden esperar. Lo malo es que las que pueden esperar nunca se hacen pues sigue habiendo urgentes e inaplazables. Hasta para escribir estas letras, nunca encuentro el momento adecuado, siempre lo hago deprisa y corriendo a última hora.
Me interrogo sobre la necesidad de incapacitar jurídicamente a los enfermos de Demencia. No es el caso de mis padres, pues ellos no tienen bienes que custodiar ni herencia que legarnos. Su única herencia ha sido ya dada y ha consistido en su dedicación y buen hacer con nosotros (sus hijos), su ejemplo de rectitud, honradez y responsabilidad, que han sabido traspasarnos.
En los momentos de enfermedad o dolor añoramos la normalidad, esa normalidad que, por el hecho de serlo, muchas veces aborrecemos. No somos conscientes de su valor hasta que la perdemos y pensamos en como recuperarla. En un hogar donde viven dos personas con demencia es muy difícil mantener esa normalidad, ahora tan deseada.
Generalmente los pacientes con Demencia, suelen padecer otras enfermedades, bien debidas a su avanzada edad, o simplemente enfermedades comunes o incluso efectos secundarios de las medicinas.
El presente de los cuidadores está plagado de estrés, cansancio, desánimo, falta de sueño y muchos interrogantes. A pesar de las ayudas que nos puedan prestar otros miembros de la familia, toda ayuda es poca, acabas teniendo varios síndromes. Uno de los más importantes es el de encerramiento pues, pase lo que pase, no puedes salir, y cuando lo haces, tienes que movilizar tantos recursos que casi no merece la pena, y muchas veces ya ni te apetece.