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Vivimos en sociedad rodeados de otros, necesitamos a los demás para desarrollarnos y esas personas harán que tengamos gran diversidad de experiencias. Todos somos personas, pero la edad es un factor que hace que varíen nuestras sensaciones dependiendo de si interactuamos con un bebe, un niño, adolescente, adulto o persona mayor. 
 
Los bebés transmiten inocencia, ternura, protección. Los adolescentes inexperiencia, inmadurez y vitalidad. Los adultos, al haber tanta variabilidad en edad y persona pueden transmitir infinidad de sentimientos, dependiendo del tipo de interacción que se dé con ellos. 
 
Las personas mayores tienen una característica especial. Gracias al estigma dado en España en el cual se ve a la persona mayor como una población que tiende al analfabetismo, con ideas rígidas, descarados en ocasiones y con ciertas obsesiones con temas de alimentación, genera que haya gente con ideas o conductas de rechazo hacia el mayor. Pero también hay otras personas que experimentan una gran ternura y empatía hacia esta población.
 
¿Qué ocurriría si las personas mayores no existieran? ¿Qué es aquello que aportan para que les haga una población necesaria?
 
Lo primero que se debe tener en cuenta es que todos llegaremos a ser mayores, pero las personas jóvenes tienen grandes dificultades para imaginarse en esa situación. Rechazan la idea de serlo porque entienden que será una etapa llena de trabas, enfermedad y baja calidad de vida. Si accedemos a la idea de que las personas mayores no existan estamos aceptando que nuestras vidas se acorten, y eso es algo a lo que nadie está dispuesto.  Es posible que en la actualidad se tenga una manera de pensar muy centrada en el lema “carpe diem”, disfrutando el momento, y sin pensar en el mañana. Este lema, en este contexto, dificulta la promoción del envejecimiento activo. Todo ello nos aleja mucho del concepto que tenemos nosotros mismos como personas en proceso de envejecimiento.
 
Por otro lado es bien sabido que, cuanta mayor variabilidad se da en cualquier aspecto y ámbito de la vida, mayor riqueza se adquiere de ello. Si como todo tipo de alimentos, mi alimentación será más rica y variada y mi salud se verá fortalecida; si estudio o me formo sobre varias materias mi inteligencia y conocimiento se verá ampliado; si realizo ejercicios físicos que hagan trabajar a todas las partes de mi cuerpo, mi movilidad general será más ágil. Por lo tanto, cuanta mayor disparidad haya entre las personas que me rodean, y cuantas más relaciones tenga con diferentes tipos de personas, mayores serán mis experiencias y como consecuencia mejores recursos personales adquiriré. 
 
En la variedad está el gusto. Las personas mayores son tan esenciales en nuestra sociedad como cualquier otro grupo de edad. Sólo hay que pararse a pensar qué nos aportan a nivel personal, aprovecharlo y sacarnos el mayor partido.
 
 
Clara Diáz, Centro Virtual sobre el Envejecimiento