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Hay días malos, días peores y días imposibles. Se pierde la noción del tiempo, hay cosas urgentes, acuciantes o que pueden esperar. Lo malo es que las que pueden esperar nunca se hacen pues sigue habiendo urgentes e inaplazables.

Hasta para escribir estas letras, nunca encuentro el momento adecuado, siempre lo hago deprisa y corriendo a última hora.

Mi padre está ya tan limitado con tan poca movilidad, que sus necesidades son muchas. Es agotador salvar los dos pasos de distancia que separan la silla de ruedas de la cama, o llegar hasta el lavabo, o comer. Antes comía solo, con alguna ayuda pero manejaba los cubiertos y se llevaba la comida a la boca, ahora le tienes que dar la comida y él está con los ojos cerrados, como si durmiera, no hace ni intención de comer o coger la cuchara.

Había que vernos esta mañana, caminando los cuatro pasos entre su habitación y el servicio, él agarrado a mí y yo tirando de él, en una especie de torpe baile, casi cómico, yo canturreandole  “Suspiros de España”, para animarle a caminar.

¿Cuánto me acuerdo de las personas que viven toda la vida atadas a una silla de ruedas?

Hasta ahora yo sola podía ducharle, pero el otro día ya fui incapaz de hacerlo, tuve que pedir  ayuda, se quedó clavado en el suelo y no era capaz de dar un paso a pesar de estar agarrado fuertemente a mí. Las dificultades crecen y las fuerzas disminuyen.

Mi  madre, que tampoco está bien, se ve muy afectada por esta situación, se deprime, no quiere comer, se queja. Hoy la he tenido que sacar de la apatía llevándola a la cocina a preparar paella conmigo, luego me ha dicho: “Con tanto trabajo se me ha olvidado todo”. Menos mal.

Así van pasando nuestros días, unas veces nervios y estrés, otras cansancio y extenuación, para mí, y muchas dificultades y olvidos para ellos. Unas veces arriba y otras abajo...en este momento mi padre está echando la siesta y mi madre viendo la televisión. Seguiremos contando.

 

Junio 2014