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Mi madre ahora es una viejecilla gruñona, malhumorada y desconfiada. Su desorientación temporal crece cada día. Pregunta una y otra vez: ¿Qué día es hoy? Acabas de contestarle, se lo escribimos en unas etiquetas que tiene en sitio bien visible, pero da igual, se olvida constantemente. En ocasiones habla y habla con una locuacidad desmesurada y repetitiva. Su nivel de tolerancia es cero y no admite un “no” como respuesta. Se enfada por cualquier nimiedad y se siente ofendida por cuestiones imaginarias, que sólo están  en su cabeza.

No es fácil ayudarla pues cree que es autosuficiente. No reconoce su ropa y tiende  a vestirse siempre con las mismas prendas, cuando le intentas dar otras dice que esa chaqueta no es suya.

Se ha olvidado que la operaron de cataratas y te dice tan fresca: “Mira qué mayor soy y no tengo cataratas”; cuando ve en la televisión algún programa que habla de ello.

Tiene manía con la comida y siempre protesta, come poco y cuando insistes en que  coma algo más se enfada, ya estamos acostumbrados a sus retahílas en la mesa.

Mi madre no es ni sombra de aquella mujer alegre, generosa, confiada, que hizo muy feliz nuestra infancia; que cocinaba maravillosamente y siempre estaba dispuesta a ayudar. Que cuidó de sus nietas con la misma ilusión que lo había hecho con sus hijos.

A veces, pido su ayuda en la cocina, para que se sienta útil y necesaria y constato que ha olvidado hasta las tareas más sencillas como picar patatas o hacer salsas que hizo miles de veces.

Cuando las personas que no han tenido contacto con el Alzheimer piensan en esta enfermedad, creen erróneamente que su principal síntoma es el olvido. Es verdad que los olvidos son muy significativos, aunque quizá lo peor es el cambio brutal de  carácter, tan fuerte en el caso de mi madre que nos cuesta reconocerla.

Muchos enfados, rarezas e infantilismos, nos pusieron en la pista de que “algo” pasaba. El diagnóstico fue demoledor: “Demencia mixta con componente vascular tipo Alzheimer”.

Si esta noticia ya es catastrófica en cualquier familia, en la mía fue aún peor pues ya llevábamos años luchando con la demencia de mi padre.

Mayo 2014