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David HilfikerWatching the Lights Go Out

Por el momento, sólo he hablado del diagnóstico con unos pocos amigos, y hasta ayer, las reacciones habían sido discretas: ponían cara de preocupación, me escuchaban atentamente, preguntaban y me daban mi tiempo para explicarme, nada demasiado emotivo. Sin embargo ayer, durante el almuerzo mensual que celebramos periódicamente, Carol Marsh tuvo una reacción muy diferente. Después de que estuviéramos un rato  charlando sobre ella y sus clases de narrativa, le hable de mi demencia, mi confesión la dejó atónita y apenas sin habla. Casi de inmediato, empecé a explicarle algunas de las cuestiones prácticas a las que estaba teniendo que hacer frente (planificación de nuestro futuro, cuidado de las finanzas y demás), pero ella, rápidamente me pidió que me callara argumentando que necesitaba tiempo para poder asimilarlo. (El hecho de soltar de un tirón todos los detalles prácticos habría evitado tener que hacer frente al dolor que Carol había sentido inmediatamente después de recibir la noticia.)

Estuvimos juntos alrededor de una hora, sin decir mucho más que lo duro que resultaba todo aquello, cuán doloroso era y cómo íbamos a llevar nuestra amistad en el futuro. Carol me prometió que estaría a mi lado incluso después de mi propio "yo" que, como ya sabía, no permanecería conmigo por mucho tiempo. Por supuesto, fue un momento triste pero sirvió para que fuera consciente de la cruda realidad de lo que estaba pasando. Por primera vez se me llenaron los ojos de lágrimas (aunque no llegaron a desbordarse), sentí una profunda tristeza y un terrible sentimiento de pérdida. Espiritualmente, me sentí en un lugar distinto, más cerca tal vez de la autentica realidad de Dios.

Marja y yo hablamos anoche sobre la conveniencia de contárselo a nuestros hijos. Ella cree, con razón, que deberíamos hablar con ellos antes de ir a Napa para Navidad;  sugirió darles sólo un "avance" por teléfono, diciéndoles que teníamos cierta "preocupación" sobre mi función cognitiva, pero sin mencionarles siquiera de qué se trata realmente. El problema es que, una vez que comience la conversación, probablemente no seré capaz de que esa charla que pretende prepararles para la verdad, sea contenida.