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David HilfikerWatching the Lights Go Out

Anoche llamé a mi hijo Kai para comentarle mi situación. Hubo un largo silencio y luego habló de lo importante que había sido para él. (Incluso ahora, cuando ha pasado tan poco tiempo desde nuestra conversación, no recuerdo sus palabras exactas) Parecía estar aturdido. Se hizo un largo silencio mientras que cada uno de nosotros luchaba por encontrar algo que decir. Me dijo que se le hacía realmente insoportable asimilar todo aquello que le estaba contando.

Podía sentir su amor y su cariño. Me dijo cuánto me admiraba y respetaba. Ambos parecíamos tener un inmenso sentimiento de pérdida. Kai había asumido que yo siempre estaría ahí para él, pero de repente se dio cuenta de su propia mortalidad. Nunca habíamos tenido una conversación en la que ninguno de los dos fuera especialmente emotivo, y por supuesto ninguna ni remotamente parecida a ésta. Pude darme cuenta de que para Kai todo esto iba a ser mucho más doloroso de lo que había previsto. También a mí me afectó muy profundamente, haciendo que sintiera mi pérdida de una manera mucho más intensa y emocional. Así que, a pesar de que ninguno de nosotros llora nunca, en esta ocasión, ambos lloramos…

Es casi como si se hubiera dado cuenta por primera vez de que su vida se terminaría en algún momento. Toda su vida había estado esperando el trabajo perfecto o la mujer perfecta, y ahora estaba empezando a ver que no podía esperar para siempre, que había que tomar decisiones. Se había estado protegiendo emocionalmente del dolor que puede causar la intimidad, no había querido comprometerse con ningún trabajo porque eso significaría cerrarse otras posibilidades. "Siempre he querido mantener abiertas todas la puertas. Realmente no quería hacerme adulto”, sin embargo, pensaba que mi enfermedad podría  enseñarle una lección que le hiciera cambiar. No sé qué nos traerá todo esto, pero se me ocurre que quizá podría ser un punto de inflexión para él.

Este fue, de lejos, el encuentro más íntimo que habíamos tenido nunca, y me siento profundamente agradecido por ello.

Estoy abrumado ante la perspectiva del futuro; cada vez que me lo planteo, se me encoge el estómago. Pero, una vez más, me estoy dando cuenta que por AHORA todo está bien. En realidad me siento afortunado de poder tener estos momentos con mis hijos.

Uno de mis maestros de meditación cuenta que, cierto día, visitando a uno de sus antiguos profesores, del que había oído tenía demencia progresiva, cuando le preguntó al monje cómo pasaba los días, éste respondió: "Oh simplemente me siento aquí y veo como va llegando la demencia" Creo que en cierta manera entiendo lo que quería decir. ¿Seré capaz de estar tan profundamente apegado al presente? Reamente, para mí no está siendo la tragedia que cabría esperar. De hecho, parece que existe la posibilidad de que aun tenga por delante un interesante viaje. ¿Qué será lo siguiente? ¿Cómo me voy a sentir? ¿Cómo será estar completamente demenciado? ¿Conservaré la conciencia de mi propia identidad o desaparecerá también?

Por supuesto, el mero hecho de formularse esas preguntas requiere un nivel de conciencia que yo voy a perder. Estoy en una etapa temprana de la enfermedad y es probable que en el futuro estas preguntas pierdan su significado, sin embargo, al menos por el momento, parece que está siendo un viaje interesante. Tal y como van las cosas en el mundo, lo mío no parece ser una tragedia de proporciones épicas.